Diez reflexiones de grandes autores sobre los libros infantiles

Luis Daniel González
3 min readMay 25, 2015

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1) Un libro infantil tiene calidad cuando se suman en él tres juicios favorables: el de los niños en primer lugar — una condición necesaria pero no suficiente — , el de los educadores y el de los expertos, sean estos otros autores o sean los críticos. Al respecto recordé una cita de Shirley Hughes en ¿Cuándo es valioso un libro infantil?

2) Hay quienes no se dan cuenta de que la sencillez de la buena literatura infantil nunca es una vergüenza pues lo sencillo no tiene por qué ser trivial ni po­bre. Es una buena receta la de Schopenhauer: «emplear palabras corrientes y decir cosas extraor­dinarias». Son ideas de Astrid Lindgren que resumí en Reglas básicas para escribir un libro para niños.

3) El niño como lector tiene la ventaja de ser indepen­diente y de que nombres y autorida­des no significan nada para él. Por eso, «mucho después de la desintegra­ción de la literatura para adultos, los libros para niños constituirán los últimos vestigios del arte narrativo». Lo afirma Isaac Bashevis Singer en las notas que titulé Los niños, esos lectores independientes (1) y Los niños, esos lectores independientes (2).

4) Un escritor que se toma la literatura infantil en serio recuerda siempre que no escribe para sí mismo sino que lo hace para niños y que debe hacerlo con honradez, respeto y compasión. Esta es una cuestión con la que, dice Katherine Paterson, los autores nunca deberían bromear. Véase Una enorme responsabilidad y la mayor alegría.

5) El niño lector busca valores para vivir y normas para vivir. Por eso no tiene sentido intentar inculcarles sentido crítico antes de tiempo: quienes lo hacen sólo traspasan a los niños «su propio re­lativismo intelectual, su propia impotencia para encontrar valores vitales». Esta vez me apoyo en unos párrafos de Michael Ende recogidos en ¿Libros infantiles de crítica social?

6) Lo anterior se puede reforzar con estas frases de Gianni Rodari en un texto contenido en La escuela de la fantasía: «los niños) necesitan concebir ideales y aprender a amarlos por encima de cualquier otra cosa. Lo que realizamos para alentarlos en esta dirección es justo; lo que hacemos para frenarlos es erróneo».

7) La historia de la literatura infantil y juvenil va dejando un rastro de libros que los niños han leído y siguen leyendo con pasión. En ellos se cómo los buenos autores, en línea siempre con los mejores cuentos populares, conectan con los niños y, al hacer que se sientan sabios y tratarlos como a sabios, los hacen sabios de verdad. Son ideas de Chesterton en Tratar a los niños como sabios.

8) Otro modo de abordar lo anterior es el de Tolkien cuando señala que todos necesitamos libros por encima del propio nivel, aunque no tengamos energía para ella todo el tiempo, pero como la energía de los jóvenes es habitualmente mayor, ellos necesitan menos que los adultos los libros que descienden a su (supuesto) nivel.

9) Espero que de lo anterior se concluya, también, que leer buenos libros infantiles es importante para los adultos. Si, al crecer, conservamos los gustos de la infancia al mismo tiempo que adquirimos otros nuevos, seremos cada vez más ricos y no menos. Además, así será más fácil evitar esa clase de superioridad moral que hace pensar en qué lecciones necesitan los niños sin pensar primero si no somos los adultos los que de verdad las necesitamos. En relación a estos puntos vale la pena leer a C. S. Lewis en El gusto por la literatura infantil y en Formas de no escribir para niños. (Y no está de más recordar aquí que hay distintas maneras de abordar la escritura de libros infantiles: Tolkien, Lewis y los libros infantiles)

10) Por último, es interesante la reflexión de cómo cada país, en sus obras literarias principales y en sus obras infantiles más genuinas, ha quedado representado por alguien «que puede ser, un poco, una suerte de remedio, de triaca, una suerte de contraveneno de sus defectos». Es una idea general de Borges que yo aplico a los libros infantiles en Una necesidad que sienten los países.

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