El único modo de hablar de la Navidad
Ahora que se acercan las fiestas de Navidad, que muchos felicitaremos y nos felicitarán, me gusta recordar un artículo de hace años en el que Claudio Magris se preguntaba cómo se puede hablar de la Navidad, o del año que acaba y comienza, sin sentir bochorno.
Por ejemplo, decía: «¿Es acaso posible hablar de la Navidad a esos niños sórdida y brutalmente esclavizados para fabricar, con unos costes de trabajo tan bajos que se les hace la boca agua a sus indefensos explotadores, juguetes navideños destinados obviamente a otros?».
Y se respondía: «Tal vez la única forma decente de hablar de la Navidad sea, como en muchos otros casos, contar, porque el relato no tiene edificantes pretensiones de enseñar o tranquilizar, sino que sólo aspira a dar testimonio de la verdad de una experiencia o una epifanía del mundo, que no presume de excluir a otras, pero tampoco acepta ser negada o borrada por otras distintas y opuestas. También la Navidad es en primer lugar una historia y de ella deriva su fuerza imborrable, que se transmite y continúa épicamente a lo largo del tiempo: la historia de María (…); de una cueva en la que se encuentra refugio a la intemperie de la vida; de un niño que nace para un destino grandioso hasta lo inconcebible y a la vez para una vida de juegos de infancia; vagabundeos por las callejas de Galilea y ratos alegres con los amigos; de un borriquillo y un buey, cuyo cálido aliento resulta necesario para el proyecto de la redención del mundo; de una noche de pastores y del trayecto de unos sabios orientados por una estrella que ha seguido siendo durante siglos el símbolo de la verdadera vida y que inducía a un poeta, no por cierto pío como Rimbaud, a llamar “Navidad en la tierra” a esos momentos en que la existencia parece liberada, iluminada por un significado en el que no es posible distinguir la verdad del gozo».
Más adelante, continuaba: «Cualquiera que hable de la Navidad no puede pasar por alto el progresivo debilitamiento de su presencia real en nuestra realidad y nuestra sociedad. Desde hace mucho, y quizás desde siempre, el núcleo religioso de la Navidad, que ilumina a todo el resto de la fiesta, se ha ido paulatinamente reduciendo y empequeñeciendo hasta no ser ya más que una llamita en medio de la populosa iluminación fluorescente de la secularización. Aquél fenómeno se ha dilatado y el niño de Belén es cada vez menos el verdadero centro de la Navidad». No para todos, cabe añadir, pero en cualquier caso, sigue Claudio Magris, la Navidad ahí sigue «para renovar aquella promesa de paz sin embargo siempre desmentida, para recordar la exigencia de que el mundo se convierta en un pesebre».
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Claudio Magris. «El único modo de hablar de la Navidad», Utopía y desencanto. Historias, esperanzas e ilusiones de la modernidad (Utopia e disincanto. Storie, speranze, illusioni del moderno, 1999). Barcelona: Anagrama; 1999; 364 pp.; col. Argumentos; trad. de J. A. González Sáinz; ISBN: 84–339–6148–9.