‘Instantáneas’, de Claudio Magris

Luis Daniel González
4 min readDec 19, 2020

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Libro que contiene textos publicados en prensa por el autor, normalmente tomando pie de algo que observa, o de algo que piensa con motivo de alguna noticia, o de alguna anécdota que le ha ocurrido, o de algún episodio literario que recuerda. Vale la pena conocerlos, por su agudeza y su buen humor, porque la mirada reflexiva de Magris ayuda a entender mejor la realidad, y también porque su conjunto presenta un panorama del mundo en el que vivimos.

Así, de una noticia que acaba de leer, acerca de la posible destrucción de treinta mil embriones congelados, indica que «revela la perversión con la que a menudo se tergiversa el justísimo concepto de la calidad de vida: más que tratar de proporcionar una calidad de vida digna a quien no la tiene, se lo elimina».

En relación a las que se han dado en llamar noticias del corazón, en las que piensa con motivo de una visita a la cárcel para hablar de literatura con los presos, comenta: «También el corazón, escribe Flaubert, tiene sus letrinas, pero no se entiende por qué hay que espiar estas letrinas por el ojo de la cerradura, invitando a hacerlo a otros miles, o por qué hay que abrir la puerta de la propia letrina mientras se está ocupado en evacuar, e invitar a otros a mirar».

A propósito de la publicidad televisiva señala que, «si bien es de verdad una pesadez que estropea el honesto entretenimiento de quien querría ver una transmisión, es también un gran cuaresmario, el heredero de la universalidad de los Misterios medievales en los que toda belleza, riqueza y poder terminan en cenizas. Si no existieran las casas productoras de desodorantes, depilatorios, compresas y champús, ¿quién recordaría aún que estamos destinados al polvo?»

Habla de una producción televisiva sobre la famosa Sissi y comenta que la emperatriz también fue «poeta, autora de muchos delicados poemas, vaporosos y renqueantes que, según ella, le habían sido dictados desde el más allá por Heine, a través de un médium al que ella acudía, sobre lo que un genial consejero de la corte, que ha quedado en el anonimato, observó: “Se ve que Heine, después de morir, empeoró”.»

Tomé nota también de esta observación acerca del arte de los iconos: «En la catedral de San Nicolás en San Petersburgo — la provincia se llama todavía Leningrado — apenas se entra, a la derecha, hay una pintura, una gran tabla con varios recuadros, todos obviamente de tema religioso y caracterizados por la maravillosa inmutabilidad de los iconos, no rígida detención del tiempo, sino eternidad de instantes llenos de gracia y de significado, que trascienden al tiempo y a su fugaz paso».

Observa y oye una discusión de una pareja mientras viaja en el tren, y comenta: «Creo que fue Karl Kraus quien inventó la expresión “la cosa peor es la palabra justa en la boca equivocada”. Por ejemplo — aunque se trata de ejemplos demasiado fáciles — la palabra “patria” en boca de un nacionalista o bien “Dios” en boca de un mojigato intolerante; “mamá” en boca del orador de un family day o “diversidad” invocada en cualquier marcha o desfile». Hay palabras en sí mismas justas e inteligentes que se vuelven inútiles y dañinas porque «para ser verdaderamente justas y provechosas tendrían que haber (…) salido, tal cual, de otra boca».

A propósito de una noticia sobre la censura de un cuento de Andersen, para limpiarlo de elementos cristianos, habla de que estamos en una etapa decisiva de la historia universal de la censura. Después de una exposición sobre modos de censura del pasado termina del siguiente modo bromista: «En el fondo, los editores que imponen — con frecuencia, parece, en Estados Unidos — un final feliz a una novela que el autor había terminado en tragedia o viceversa, según los cálculos de la audiencia del momento, hacen ya algo muy similar. Estas revisiones darían trabajo a legiones de literatos en paro. Incluso la historia de la literatura se enriquecería con todas estas variantes; cada artista transformado en Proteo, cada libro personalizado y prefabricado a medida del posible lector, una biblioteca de Babel multiplicada. Todos quedarían contentos, confirmados en sus propias expectativas y pretensiones y nunca cuestionados por sus convicciones. Un libro, decía Paul Valéry, ayuda a no pensar y, en el fondo del corazón, esto es lo que cada uno de nosotros desea con más fuerza».

Hablando de cómo el resentimiento es a veces «una llave de la historia, individual y general», comenta que «hay una boca ácida — de dolor de tripa, se dice en Trieste — que no siempre es sufrida experiencia del dolor, sino orgullosa renuencia a sentirse comprendidos y satisfechos, a diferencia de ese personaje recordado por Isaac Bashevis Singer en sus memorias de infancia, un pobre diablo en cuyo rostro «había siempre una expresión de satisfacción». Máximo el Confesor, teólogo y mártir cristiano del siglo VII, decía que la oscuridad y la tristeza ocultan con frecuencia un consciente o inconsciente rencor. Las grandes fes religiosas conocen bien el abismo del dolor, el sudor de sangre de la desesperación, pero no se deleitan en eso, al contrario, aman la alegría: la serenidad budista, la dicha franciscana, el Vidente de Lublin, un santo judeooriental que amaba a un pecador impenitente porque, a pesar de sus muchas caídas, había conservado intacta la alegría. (…) Solo cuando puedes volver a reír, decía un escrito que leí hace más de treinta años en la puerta de la catedral de Linz, has perdonado de verdad».

Claudio Magris. Instantáneas (Istantanee, 2016). Barcelona: Anagrama, 2020; 160 pp.; col. Panorama de narrativas; trad. de Pilar González Rodríguez; ISBN: 978–8433980557.

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Written by Luis Daniel González

Escribo sobre libros, y especialmente sobre libros infantiles y juveniles, en www.bienvenidosalafiesta.com.

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