La tarea y el reto de los historiadores

Luis Daniel González
6 min readFeb 16, 2019

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A propósito de Nuestro mapa intelectual, unas consideraciones acerca de la importancia de conocer nuestra historia y de leer a los mejores historiadores.

He llegado a pensar, decía Chesterton, que si la gente sólo aprendiera Historia, llegaría a aprender todo lo demás: geografía y Napoleón, álgebra y las Cruzadas, griego y la historia de Grecia, etc. «La historia es simplemente humanidad. Y la historia es capaz de humanizar todos los estudios, incluso los de antropología». En el mismo texto decía también que la actitud correcta debería ser, no la de leer a los historiadores sino la de leer la historia, no la de leer a hombres vivos que tratan temas muertos, sino la de leer los textos propios de las distintas épocas, leer a hombres muertos que hablan de temas vivos. En otro lugar señalaba que el estudio de la historia es necesario porque «un hombre sin historia es, casi en sentido literal, un imbécil. Sólo dispone de una parte de su propia mente. No sabe lo que significan la mitad de sus propias palabras, o la mitad de sus propias acciones». Y en otro artículo indicaba que si no conocemos el pasado tampoco conocemos el presente: la historia es como una columna o un punto alto desde el cual los hombres ven la ciudad en la que viven o la época en la que están viviendo. Sin tal contraste o comparación, sin tal capacidad de cambiar de punto de vista, no podríamos ver ninguna otra cosa más que nuestros entornos sociales actuales. Los daríamos por supuestos, pensaríamos que son los únicos posibles, seríamos tan inconscientes de ellos como lo somos del crecimiento de nuestro pelo o del aire que respiramos.

En cuanto al trabajo propio del historiador John Lukacs se pregunta: «¿No es la Objetividad un ideal? Pues no: porque el propósito del conocimiento humano — y diríamos que de la propia vida humana — no es la exactitud, ni tampoco la certeza. Es la comprensión. Un ejemplo. Intentar ser “objetivo” con Hitler o Stalin es una cosa, y otra cosa diferente es intentar comprenderlos; y esta no es inferior a la primera. ¿Podemos esperar que una víctima sea “objetiva” con quien le hizo daño? ¿Podemos esperar que un judío sea “objetivo” con Hitler? Es posible que no. Pero sí podemos esperar que él, o cualquiera, intente comprenderlo. Algo que dependerá, no obstante, de cómo lo intente, de cuál sea su propia implicación y de su perspectiva mental, que debe incluir un mínimo de conocimiento de sí mismo. Después de todo, Hitler y Stalin pertenecieron a la especie humana, por lo que no fueron entera o esencialmente distintos de cualquier otra persona que hoy reflexione sobre ellos».

De otra manera, dice lo mismo Jacqueline de Romilly: «Un historiador no deja de elegir. Cuando define su campo de estudio, delimita su investigación y se informa, elige. Además, entre los datos que haya podido reunir, por incompletos que sean, y entre los documentos que haya podido conocer y recordar, por limitados que sean, sigue teniendo que elegir. Desde el momento en que establece una secuencia, desde el momento en que escribe una frase que une entre sí dos acontecimientos, está introduciendo ya una interpretación. (…) El historiador es como un fotógrafo de quien se esperara un rigor perfecto, cuando se le encarga fotografiar un objeto mil veces mayor que el campo de su objetivo y en transformación permanente. En una situación semejante, es necesario buscar los aspectos más característicos y hacer con ellos un montaje acertado. ¿Y a partir de qué criterios? Desde luego, también aquí la exigencia es que el historiador dé prueba de honradez y escrupulosidad. Pero, una vez más, es necesario que se decida. Y aunque le concedamos incluso, en su origen, un específico campo de interés, siempre más o menos en función de la época en la que vive, no deja de ser menos cierto que, en el interior de este campo, y aplicándole todas las cualidades de su espíritu, debe elegir y organizar según su propio pensamiento: para alcanzar el objeto, obra como un creador».

Por otro lado, John H. Elliott señala que «si el estudio del pasado tiene algún valor, este reside en su capacidad tanto de revelar las complejidades de la experiencia humana como de advertir contra la opción de descartar como si no tuvieran ninguna importancia los senderos que se siguieron solo en parte o no se tomaron nunca. En alguna curva del camino, pueden volver a aparecer de nuevo ante la vista. Admitir que el presente está lleno de sorpresas exige un reconocimiento similar de que el pasado lo estuvo igualmente a ojos de quienes lo vivieron. El reto al que se enfrenta el historiador es ver y experimentar ese pasado a través de sus ojos, en tanto que sabe, pero intenta ignorar, lo que sucedió después. Consiste en hacer comprensibles los motivos de sus acciones a aquellos que no comparten sus valores, actitudes y puntos de vista y además viven en un entorno muy distinto. Es entrar en el pasado con imaginación manteniendo todavía un pie en el presente y estar alerta siempre a nuevas vías de abordarlo».

Tony Judt lo explica más, y muy bien, del siguiente modo: «El trabajo del historiador es establecer que cierto hecho ocurrió. Esto lo hacemos de la forma más efectiva que podemos, con el propósito de transmitir cómo fue lo que les ocurrió a esas personas, cuándo y dónde ocurrió, y con qué consecuencias. Esta tarea bastante obvia de descripción es en realidad crucial. La corriente cultural y política fluye en la otra dirección, la de borrar acontecimientos pasados y explotarlos para otros propósitos. Es responsabilidad nuestra hacerlo bien: una vez y otra. Es una tarea de Sísifo: las distorsiones cambian de continuo y también el énfasis en la corrección fluctúa constantemente. Pero muchos historiadores no lo ven así y no sienten ninguna responsabilidad de este tipo. Desde mi punto de vista no son verdaderos historiadores».

Se podría decir, continúa, que los historiadores «no somos las personas que ponen los muebles en la habitación, sólo los que los etiquetamos. Nuestro trabajo es decirle a alguien: este es un sofá grande con una estructura de madera, no es una mesa de plástico. Si usted cree que es una mesa de plástico, no sólo estará cometiendo un error categorial, y no sólo se hará daño cuando se choque con él, sino que lo usará de formas equivocadas. Vivirá mal en esta habitación, pero no tiene por qué vivir tan mal en esta habitación. En otras palabras, creo profundamente que el historiador no está aquí para reescribir el pasado. Cuando reetiquetamos el pasado, no lo hacemos porque tengamos una nueva idea de cómo pensar en la categoría “muebles”; lo hacemos porque creemos que hemos llegado a una mejora en la apreciación de con qué tipo de muebles estamos tratando. Puede que un mueble etiquetado como “gran mesa de roble” no siempre haya estado etiquetado así. (…) Puede que no estuviera identificado como tal porque todo estaba hecho de roble y nadie hablaba de ello. Pero ahora, el roble importa porque — por ejemplo — es un material poco frecuente. De modo que estamos tratando con esta gran mesa de roble, y nuestra tarea consiste en subrayarlo».

En esa dirección, advierte también Judt, los nuevos enfoques, «supuestamente críticos, dirigidos — seamos generosos — a ayudar a los niños y estudiantes a formar sus propios juicios, son contraproducentes. Generan confusión más que perspicacia, y la confusión es la enemiga del conocimiento. Antes de que nadie — ya se trate de un niño o de un estudiante de postgrado — pueda entender el pasado, tiene que saber lo que ocurrió, con qué orden y con qué resultados. En cambio, hemos educado dos generaciones de ciudadanos completamente desprovistos de referencias comunes. A consecuencia de ello, pueden contribuir poco al gobierno de su sociedad. La tarea del historiador, si se quiere verlo de este modo, es proporcionar la dimensión del conocimiento y la narrativa histórica, sin lo cual no podemos ser un todo cívico. Si tenemos una responsabilidad cívica como historiadores, es esta».

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El origen de los textos de Chesterton se puede ver en la nota El estudio de la historia; y las referencias a los recomendables libros que cito de Lukacks, Romilly, Elliott, y Judt se pueden encontrar en esta página de bienvenidosalafiesta.com.

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Luis Daniel González
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Written by Luis Daniel González

Escribo sobre libros, y especialmente sobre libros infantiles y juveniles, en www.bienvenidosalafiesta.com.

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