‘Los días. Memorias de infancia y juventud’, de Taha Husein

Luis Daniel González
3 min readMay 1, 2021

Taha Husein (1889–1973) fue un escritor egipcio que, aunque se quedó ciego siendo niño debido a la impericia de un curandero, se doctoró con la primera tesis que se leyó en la Universidad de El Cairo, de la que llegó a ser catedrático. Fue autor de numerosas publicaciones de toda clase, traductor al árabe de mucha literatura europea, ministro de Instrucción Pública y la figura intelectual de más relieve en el mundo árabe durante los años cincuenta. Francia le concedió la Legión de Honor por su trabajo como traductor de obras francesas, pero también sufrió serias críticas en su país.

Su autobiografía Los días. Memorias de infancia y juventud es calificada de «documento psicológico e histórico de primer orden» y de «una de las obras maestras de la prosa árabe contemporánea», por Emilio García Gómez en un aclaratorio prólogo, donde resalta la extrema rareza de una autobiografía literaria, y más aún de adolescencia, en la literatura árabe de cualquier tiempo.

«Nuestro amigo se acuerda de […]», «se acuerda también de […]», «lo que le es del todo imposible recordar es cómo cambiaron las cosas, y cómo se alteró para él la faz del universo»: con esta perspectiva y en este tono, el narrador va mostrando en cortos capítulos el ambiente y los pequeños sucesos de los años de infancia en el pueblo, en la primera parte. Y en la segunda, el traslado a El Cairo para estudiar, como uno de sus hermanos mayores, en el Azhar, el gran seminario del Islam. Séptimo de los trece hijos de su padre, el pequeño Taha es un chico cuya ceguera lo vuelve muy sensible y arisco, que siendo niño busca «juegos que no lo expusiesen a las burlas», y que, cuando va al Azhar, desea «consumir toda su vida en obtener de la “ciencia” lo más que pudiese».

Literariamente magnífica, la traducción facilita sumergirse por completo en la mente y en los ambientes donde se desarrolla la vida del protagonista. La narración podría calificarse como colorista… si no fuera porque no se mencionan nunca los colores. Las observaciones del escritor adulto añaden perspectiva y sabor a los sucesos: «Claro es que la memoria de los niños es extraña; o, mejor dicho, la memoria del hombre es extraña cuando trata de reconstruir lo que le pasó en la infancia, pues mientras unas cosas se las representa claras y lúcidas como si acabaran de ocurrir, otras, en cambio, quedan borradas por completo, como si nada hubieran tenido que ver con él».

En los juicios hacia sus familiares hay piedad pero también claridad: «Ni la paternidad ni la maternidad libran al padre ni a la madre de mentir ni de ser frívolos e impostores». Sus opiniones llegan a ser más severas en la segunda parte de su relato, que va tomando la forma de un enfrentamiento frontal del joven Husein con una institución en la que abundaban las discusiones estériles, las maledicencias, y las controversias enconadas. Allí, manifiesta, estudió «ilusionado primero, desganado después, desdeñoso más tarde y, por último, ausente en espíritu, cuando llegó a desengañarse de los profesores y a tener mala opinión de los maestros»… aunque no de todos, por supuesto. Las memorias terminan en 1908, a la espera de comenzar sus estudios en la recién fundada Universidad de El Cairo, organizada según patrones occidentales. De los contrastes entre la sabiduría teológica islámica y un profundo conocimiento de la cultura occidental, surgirá la formación intelectual de Taha Husein, afianzada más tarde por sus estudios en Francia y por su matrimonio con una francesa.

Taha Husein. Los días. Memorias de infancia y juventud (Al-Ayyam,1939), La Coruña: Ediciones del Viento, 2004; 271 pp.; trad., prólogo y notas de Emilio García Gómez; ISBN: 84–933001–7–9.

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Luis Daniel González

Escribo sobre libros, y especialmente sobre libros infantiles y juveniles, en www.bienvenidosalafiesta.com.