Papá Noel
Papá Noel, «Father Christmas» en el mundo inglés y Santa Claus en el norteamericano, es San Nicolás, un santo del siglo IV del que se recuerda, en particular, que dio una generosa dote para las tres hijas de un hombre pobre. Durante siglos fue patrono de los niños en Holanda, donde era conocido como «Sinterklass», una corrupción de Sint Nikolaas, y tradicionalmente les traía regalos el día 6 de diciembre.
A partir de un poema publicado en Nueva York el año 1823, The Night Before Christmas, donde se lo describió por primera vez tal como lo conocemos hoy, alcanzó gran popularidad entre los numerosos habitantes de origen holandés que había en aquella ciudad. Comenzó entonces la costumbre de que trajera los regalos el día de Navidad.
En su Canción de Navidad, el año 1843, Charles Dickens lo representó como un anciano con barba y, también desde mediados del siglo XIX, el ilustrador norteamericano Thomas Nast lo dibujó con el aspecto que sería ya inconfundible. En 1920 Coca-Cola puso el primero de sus anuncios con su figura en rojo en The Saturday Evening Post.
Estos son los antecedentes de que, a partir de mediados del diecinueve y mucho antes de la explotación comercial posterior, Papá Noel pasase a ser una figura popular que anuncia el nacimiento de Jesucristo como el gran regalo a la humanidad, y por eso hace regalos que son una figura de aquel primer regalo. Despojado de ese significado, para muchos se ha quedado en una representación física de una generosidad abundante.
A esto se refirió Juan Pablo II en un libro de memorias: «De niños, todos esperábamos a San Nicolás por los regalos que nos traía. Los comunistas quisieron quitarle su santidad y por eso inventaron el “Abuelo Hielo”. Por desgracia, también en Occidente se ha popularizado últimamente en un contexto consumista. Parece como si hoy se hubiera olvidado que su bondad y generosidad fueron sobre todo la medida de su santidad. Se distingue como obispo por su atención hacia los pobres y sus necesidades. Recuerdo que, cuando era niño, tenía con él una relación personal. Naturalmente, como todo niño, esperaba los regalos que me traería el 6 de diciembre. Sin embargo, esa espera tenía también una dimensión religiosa. Como mis coetáneos, sentía veneración por este santo que, de manera desinteresada, daba regalos a la gente y manifestaba así su amorosa solicitud por ella».
Juan Pablo II. ¡Levantaos! ¡Vamos! (Alzatevi, andiamo!, 2004). Barcelona: Plaza & Janés, 2004; 191 pp.; trad. de Pedro Antonio Urbina; ISBN: 84–01–30530–6.