Un sentido esencial del arte narrativo y literario

Luis Daniel González
4 min readNov 11, 2018

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El 9 de noviembre de 1989 ha quedado marcado en el calendario como el día de la caída del Muro de Berlín. Así que hoy es un buen momento para recordar un gran libro del año pasado: Cien años de literatura a la sombra del Gulag (1917–2017), de Adolfo Torrecilla. En él se reúnen ordenadamente, y en algunos casos se amplían, las reseñas publicadas por el autor a lo largo de varias décadas sobre libros escritos en el mundo comunista. Su información es mucha y de calidad, por lo que resultará una obra imprescindible para quien desee conocer testimonios, y para quien desee orientación a la hora de buscar lecturas, sobre los países que han tenido regímenes comunistas.

El autor señala, en sus advertencias previas, que su trabajo se centra sólo en obras publicadas en castellano hasta la fecha y que no pretende hacer ni un catálogo ni una enciclopedia, pero el suyo sin duda es un trabajo enciclopédico. La primera parte se titula «Itinerario de una memoria olvidada» y es una larga presentación de los libros que se comentarán en las dos partes siguientes. Es muy extensa, y está organizada por orden cronológico y en apartados que anuncian los contenidos, la segunda parte, titulada «Testimonios literarios de la represión en la URSS y otros países comunistas», que comienza con libros de investigación histórica, y luego sigue con relatos testimoniales y ficciones basadas en hechos reales. Como corresponde a la cantidad de libros traducidos al castellano, es desigual la tercera parte titulada «Geografías de la barbarie»: son bastantes los libros dedicados a Polonia, hay varios sobre Checoslovaquia, Rumanía y Hungría, y menos sobre otros países. Además, aunque hay epígrafes comentando expresamente 126 libros, en realidad son muchos más: abundan las notas a pie de página en las que se alude a más libros, muchas veces extensamente, y, en ocasiones, el comentario de un libro da pie a tratar sobre toda la producción del autor.

En el epílogo titulado «Para no olvidar», el autor hace balance y apunta que uno de los motivos de su trabajo es cuánto le ha sorprendido siempre que se siga hablando tanto del holocausto y no se mencionen en el mismo plano las matanzas que ordenó Stalin: «la piedra de toque de mi evaluación de la honradez del individuo», dice un escritor polaco, es su actitud hacia los campos de concentración soviéticos a la vez que hacia el antisemitismo». Indica también la importancia de recordar a las numerosas víctimas olvidadas de tantos años de represión de los regímenes totalitarios de inspiración comunista pues, como dice Primo Levi, «no es lícito olvidar, no es lícito callar. Si nosotros callamos, ¿quién hablará?».

Tantas grandes obras, por su valor testimonial y en muchos casos también literario, hacen pensar en un texto del filósofo checo Jan Patočka en el que comentaba el discurso de aceptación del premio Nobel de Alexandr Solzhenitsyn: decía que era un «logro extraordinario, más incluso que sus novelas», una de «las cumbres del pensamiento y la expresión mundiales», y subrayaba que trataba «del arte como órgano de la verdad». Y seguía:

«Solzhenitsyn sostiene que el hombre es en la experiencia, que la experiencia es la marca de su finitud, la cual se manifiesta en que todo lo que no sea nuestra experiencia se nos presenta atenuado y alejado, carente de significado para nosotros. A partir de esto Solzhenitsyn interpreta nuestra indiferencia respecto a todo dolor y gozo que no nos toquen directamente. El hecho de que en nuestro mundo puedan llevarse a cabo las cosas más espantosas sin que haya quien tome noticia, es el sello de nuestra finitud, es nuestro pecado original, si queremos expresarlo en términos teológicos. Su pensamiento sobre el arte, la literatura y la poesía consiste en que el arte realmente alberga la cualidad de transmitir la experiencia. El arte es capaz de lograr lo que nada más logra, esto es, hacer nuestra la experiencia ajena y, en consecuencia, salvar el espantoso abismo que existe entre un hombre y otro. Lo que importa entonces es preguntarse cuándo es el arte verdaderamente arte, cuándo logra salvar el abismo, cuáles son las condiciones para que el arte alcance uno de sus sentidos esenciales. Sobre esto no dice nada Solzhenitsyn en su discurso. Sin embargo, queda completamente claro que el arte puede cumplir su función cuando no evita el camino hasta el mismo límite extremo de la experiencia posible. El artista ha de ir hasta el límite, donde el rayo golpea y donde solo uno de cada mil sobrevive. Ésta es la razón por la que Solzhenitsyn, en su discurso, no habla en su nombre, sino en el de que todos aquellos que han ido hasta este límite de la experiencia y se quedaron en el camino».

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Adolfo Torrecilla. Cien años de literatura a la sombra del Gulag (1917–2017) (2017). Madrid: Rialp, 2017; 483 pp.; ISBN: 978–84–321–4913–9.

Jan Patočka. Libertad y sacrificio (varios ensayos y entrevistas, 1934–1988). Salamanca: Sígueme, 2007; 398 pp.; trad. de Iván Ortega Rodríguez; ISBN: 978–84–301–1650–8.

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Written by Luis Daniel González

Escribo sobre libros, y especialmente sobre libros infantiles y juveniles, en www.bienvenidosalafiesta.com.

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